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jueves, 28 de marzo de 2013

Paraiso Perdido: Chipre.



























Alejandro Nadal (La Jornada)


El episodio más reciente de la crisis económica coloca a los llamados paraísos fiscales en el centro de la escena. Chipre es una pequeña economía y un gran dolor de cabeza, pero lo esencial es que ha revelado una vez más la importancia de estos espacios en la economía mundial: la globalización neoliberal no hubiera podido desarrollarse sin la ayuda de estos instrumentos de la acumulación financiera.

Comenzamos con una definición: un paraíso fiscal es un espacio económico con gravámenes muy bajos (o cero) sobre capitales y sus rendimientos. También ofrecen un entorno regulatorio muy débil sobre todo tipo de transacciones financieras (especialmente las realizadas con derivados) y mantienen el secreto bancario de manera casi absoluta sobre titulares de cuentas y beneficiarios, así como del origen y destino de los depósitos y retiros. En suma, es el campo ideal para evadir impuestos e introducir recursos de procedencia ilegal a los flujos convencionales de la economía mundial. Si la crisis en Chipre adquiere relevancia es porque estamos en presencia de uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo.

Y aquí viene lo bueno. Es precisamente porque Chipre estaba en buena posición para seguir desempeñando su papel de nirvana fiscal que la pequeña isla fue admitida en la esfera del euro en 2008. Leyó usted bien. No es un accidente el que Chipre forme parte hoy de la eurozona.

Esto no debería sorprender. El gran programa de la globalización financiera descansa de manera fundamental en la presencia de paraísos fiscales. Como era de esperarse, aunque parecen pequeñas estas economías tienen sector financieros súper desarrollados. En conjunto se calcula que tienen depositados alrededor de 13 billones (castellanos) de dólares y le dan refugio a unas 2 millones de entidades corporativas del mundo entero.

Ese tipo de magnitudes ya nos dice algo importante sobre los paraísos fiscales. No se trata de segmentos marginales de la economía mundial sino de una dimensión que forma parte de su estructura íntima. Más que un simple instrumento para evadir impuestos, estos pequeños cielos fiscals son un componente clave del sector financiero mundial y de sus operaciones de rutina. En el desarrollo del capital financiero, los paraísos fiscales son el espacio privilegiado de la gestión especulativa porque facilitan las operaciones de arbitraje (es decir, aquéllas en las que los agentes escogen instrumentos financieros y divisas en función de diferencias entre tipos de cambio y tasas de interés real). Desde esta perspectiva, es claro que los paraísos fiscales han sido esenciales en la globalización financiera. Y por lo tanto, también jugaron un papel importante en la gestación de la crisis financiera mundial.

En la típica lista de los países que se consideran paraísos fiscales abundan las islas soleadas y los principados mediterráneos. La enumeración tradicional incluye casi siempre en primer lugar las islas Caimán, Bermudas, Bahamas, Barbados, Antigua, Mónaco, San Marino y Lichtenstein. Pero la lista es mucho más extensa y contiene a países como Luxemburgo, Suiza, Panamá, Singapur y Hong Kong. De hecho, un análisis más cuidadoso sobre la estructura y dinámica del capital financiero revela que existen paraísos fiscales un países mucho más importantes. En Estados Unidos existen espacios que cumplen con la definición de paraíso fiscal que hemos apuntado arriba. Los estados de Nevada y Delaware reúnen todos los requisitos para ser miembros del selecto club de paraísos fiscales. Es más, en Estados Unidos no se gravan los pagos de intereses y ganancias de capital percibidos por no residentes. Por ese motivo, los análisis más rigurosos sobre paraísos fiscales incluyen en sus listas a economías como Estados Unidos y el Reino Unido. Recientemente Alemania ha defendido el secreto bancario a ultranza de los paraísos fiscales.

Los paraísos fiscales también han servido como instrumentos de presión para moldear la política fiscal de todo el mundo. Cuando arrancó el proceso de globalización financiera a finales de la década de los 70, las tasas marginales máximas del impuesto al ingreso de las personas físicas y de las empresas en los países desarrollados promediaban 67 y 50 por ciento, respectivamente. En la actualidad esas tasas promedio son 40 y 27 por ciento. En muy buena medida esa reducción de la presión fiscal se debe a la presencia de los paraísos fiscales como alternativa de un trato fiscal mucho muy benigno.

La ‘solución’ a la crisis en Chipre ha destapado el basurero de la globalización financiera. Cuando se introdujo la moneda común en Europa se insistió mucho en sus ventajas porque se reducirían los costos de transacción. Lo que no se dijo es que los diversos paraísos fiscales en la eurozona se encargarían de multiplicar los beneficios derivados de la especulación. Es buen momento para recordar las palabras de John Milton cuando nos recuerda en El paraíso perdido cómo vendrán los lobos crueles que sólo buscan saciar su vil ansia de ambición y lucro.