Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
El asesinato del Embajador de Estados Unidos en Libia y otros tres funcionarios de la Embajada, por un grupo todavía no identificado, se suma a la tensión creciente en el Medio Oriente y las costas del Mediterráneo Sur Oriental. El atentado coincide con los últimos tramos de la contienda entre Obama y Romney, incorporando el tema internacional -que había estado opacado por la economía- de lleno al debate.
Se ha especulado de un atentado deliberado para hacer incidir sus efectos en la elección y para que Romney saque dividendos. Sin embargo la editorial del New York Times del día 14 de septiembre es hasta cierto punto alarmante colocando inmediatamente la voz de alerta para detener la polarización. Se conoce bien que la generación de Oliver North y su estirpe es una continua realidad de la lucha ideológica en la política internacional en Estados Unidos.
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos y la OTAN han descartado hasta el momento de que se trate de grupos con registro conocido y se piensa que el atentado, así como las protestas generadas por un video-blasfemia contra la religión islámica, son más bien un pretexto para generar una coyuntura que exacerbe aún más las actuales tensiones no resueltas tanto en Libia, como en Egipto y Siria.
El “manejo” de las primaveras árabes se ha complicado porque no hay referente ni objetivo claro en movimientos que no sean la propuesta de más libertad y respeto a los derechos humanos. Al ser asépticas en lo ideológico, pueden ser apenas instrumentos de desestabilización como es el caso de Siria y el que se está viendo en Egipto. Como se constata, estas son dos áreas – DDHH y más libertad- que no pueden sustraerse de una variedad de interpretaciones y problemas cuando se cruzan intereses de políticos y económicos por la dominación.
Los dividendos de la globalización y de la aplicación del ajuste estructural a las economías en la década de 1980,- modelo que se ha perfeccionado y que se pretende profundizar más aún- , no ha permitido la regeneración de un sistema político que conduzca o intermedie en una nueva estructura sociopolítica donde predomina el capital transnacional.
Las llamadas garantías ciudadanas expresadas en los marcos constitucionales actuales, en una mayoría de países donde han estallado movimientos sociales por los cuatro puntos cardinales del planeta, es una demostración que estas garantías básicas han sido avasalladas. No solamente por una creciente pauperización de las organizaciones sociales institucionalizadas, sino porque los órganos de intermediación más clásicos, como el estado y los partidos políticos, se han convertido en brazos operacionales del gran capital local e internacional en particular.
El rol del capital transnacional es cada vez más prominente en foros económicos como los que se realizan en Doha, Davos, o agrupaciones como APEC, ASEAN, o en instancias más políticas como las reuniones de los G- 20 y G- 8. Todo este enjambre de aparente descentralización ha resultado en un consecuente debilitamiento de las organizaciones multilaterales, particularmente la ONU. El grado de ingobernabilidad es creciente en las zonas más críticas donde el capital transnacional disputa palmo a palmo zonas de influencia. Esto ha resultado en que las estructuras más políticas de cada país -especialmente el estado y el sistema de partidos políticos- entren en una zona de tensiones y de disputa por influencia, donde su capacitad y competencia se ven claramente menoscabadas y debilitadas. No hay posibilidad que la vieja estructura burocrática de partidos y estado compita con el poderío económico del sector privado. De allí el poderío de los “carteles” en el orden de cosas que sea. La película Traffic de Steven Soderbergh es un clásico que conviene ver y rever.
Los espacios clásicos de la intermediación y ordenación como estado y estructura política, tienden a ser absorbidos por la dinámica del capital y los determinantes económicos hasta el punto en que el gran debate ausente o presente, dependiendo de la situación de cada país, es la refundación de los estados o de las estructuras institucionales. Esta refundación es indispensable para enfrentar un ciclo de demandas sociales y económicas que no estaban contempladas cuando se aplicaron las medidas del ajuste económico en la década de 1980. Han pasado más de tres décadas de aplicación de este ajuste globalmente e independientemente del país, se ha comprobado que el “modelo” no se he regenerado políticamente hablando.
Hay una tendencia a la anarquía y a tensionar las relaciones políticas porque los mecanismos de intermediación como estado y sistema político en general no se han readecuado. Cuando se habla de primaveras árabes por cambio de régimen, frente a la situación actual de profunda brecha entre el poderío del gran capital transnacional y la capacidad reducida de las instituciones de intermediación para la protección ciudadana, el término de primavera por cierto es aplicable a la reforma institucional para transformar el actual sistema socioeconómico impuesto sin consulta en la época de la crisis económica de cuatro décadas atrás.
Ese sistema continúa siendo propagado con una gran dosis de engaño, tal cual se expresa en el contenido del programa de presupuesto para la reducción de la deuda en Estados Unidos planteado por el partido republicano, que está incidiendo en la actual contienda presidencial.
El “fenómeno Ryan” en Estados Unidos no es singular de la política de ese país, es generalizado para quiénes adhieren estrictamente a los principios rectores del actual modelo. El fenómeno de un poder corporativo internacional mucho más poderoso y determinante no lo auguraban hasta los más recalcitrantes estrategas de ese mismo mundo corporativo. Para este modelo corporativo que no es nuevo, las sociedades deben funcionar con un estado reducido en sus roles sociales y económicos y dedicado preferentemente a la protección del sistema financiero y la seguridad ciudadana desde el punto de vista del control policial y militar. Esta política impuesta en la década de 1980 continúa en esta etapa con la llamada reforma institucional para profundizar el modelo. La estrategia es el eje operativo para hacer aún más regresivo el rol del el estado y su diseño de protección social ciudadana basado en las premisas más clásicas del liberalismo de Alexis de Tocqueville, que a estas alturas para Ryan y compañía, debe ser un predecesor de Marx y Barack Obama.
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