Alfredo Jalife-Rahme (La Jornada)
Antecedentes: antes de su reciente relación creativa en el seno de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) –tan vilipendiados por la propaganda negra de los multimedia anglosajones–, en la etapa de la guerra fría, la ex URSS e India (man)tuvieron una excelente reciprocidad debido tanto al acercamiento militar de EU con Pakistán como a la guerra sino-india de 1962 (cuando empezó el alejamiento de los dos gigantes comunistas, que acabó perjudicando a Moscú y beneficiando a China y a EU).
Tanto en los ámbitos militar como energético, la profunda relación entre Rusia e India –interrumpida parcialmente durante una generación debido a la catástrofe geopolítica de la URSS (Putin dixit)–, se ha reanudado intensamente conforme EU sufre un franco declive en la región euroasiática y concentra sus alicaídas fuerzas –desadaptadas para las guerras asimétricas de Irak y Afganistán– en el Este asiático con el fin de cercar a China (la política del pivote de la doctrina Obama).
Hechos: Stratfor (29/12/12), centro de la propaganda goebbeliana) de EU –célebremente hackeado por Anonymous–, aduce que los desarrollos en lugares como China (sic) y Afganistán (sic) colocan nuevo énfasis a la relación entre Rusia e India. Es notorio el amarre de navajas anglosajón por Stratfor para descarrilar las relaciones intra-BRICS con China, además del montaje del pantano yihadista en Afg/Pak: el inextricable binomio Afganistán/Pakistán.
Anatoly Medetsky (The St. Petersburg Times, 26/12/12) explaya la relevancia del acuerdo de compra de armas por casi 3 mil millones de dólares de India (el aliado añejo) a Rusia durante la reciente cumbre bilateral del presidente ruso Vlady Putin con el primer indio Singh en Nueva Delhi: mil 600 millones de dólares para el ensamble de 42 aviones Sukhoi-30, y mil 300 millones de dólares para 71 helicópteros Mi-17. Hoy, fuera del “México neoliberal itamita”, casi nadie en el mundo (en particular en el G-20) compra algo sin transferencia de tecnología, lo cual es moneda corriente en las compras militares, no se diga en las asociaciones estratégicas mercantiles (joint ventures), que cuenta implementar Hal Corp de India al planear construir otros 140 a finales de 2015.
Rusia e India fabrican ya conjuntamente el crucero misil supersónico BrahMos (Stratfor, 9/5/07) y, según Interfax, Rusia ha vendido un total de 230 aviones de los apetecibles superjets Sukhoi-30 por 8 mil 500 millones de dólares. India es el principal comprador de material militar ruso para la modernización de sus fuerzas armadas, que busca al mismo tiempo diversificar con otros materiales compatibles, como señala Alexander Kadin, embajador de Rusia en Nueva Delhi, muy consciente de la feroz competencia por venir entre los abastecedores potenciales (Francia, EU, Brasil, etcétera). Por lo pronto, Embraer de Brasil compite con el superjet Sukhoi-100 que acaba de sufrir un percance por error humano en Indonesia (rbth.ru 26/12/12). ¿Comprará India los superjets de Embraer?
A mi juicio, los BRICS –si sus adherentes desean su vigencia individual/grupal– deben repartirse los papeles constructivos y de cooperación en el ámbito militar y cesar de competir absurdamente para beneficio del complejo-militar de la OTAN. La ruta no ha estado exenta de escollos cuando Rusia se atrasó en la entrega de un tercer portaviones a India cuando la compra de armas fue la mitad de lo previsto por Putin.
Pero no todo en la relación entre Moscú y Nueva Delhi se suscribe a lo militar; no hay que soslayar los acuerdos energéticos y financieros con la creación de un fondo común de hasta 2 mil millones de dólares entre el Banco Estatal de India y el gubernamental Russian Direct Investment Fund para desarrollar cooperación económica y comercial –a mi juicio, muy raquítico, dadas sus proporciones gigantescas del PIB y sus reservas de divisas (ambos entre los cinco principales sitiales globales) que hasta se me hace timorato. La dependencia energética de India es aún más dramática que la de China y no oculta su deseo de comprar petróleo y gas natural licuado de Rusia (hoy la superpotencia global).
No todo es color de rosa. Existen contenciosos delicados que deberán ser subsanados convenientemente, como la revocación por el gobierno indio de la licencia del conglomerado industrial ruso que incluye las codiciadas telecomunicaciones.
Según Stratfor –que no dice ni pío sobre los BRICS–, con desafíos en sus respectivas regiones (léase: balcanizaciones muy cantadas en Asia Central, ver 10 conflictos a seguir en 2013, Foreign Policy, 27/12/12), Rusia e India incrementarán su cooperación en tres rubros: militar, energético y en Afganistán.
El rubro de Energía: pronto India superará a Japón como el tercer consumidor energético global. Hoy Oil and Natural Gas Corp.de India posee 20 por ciento en los yacimientos rusos del proyecto Sakhalin-I y ha comprado activos en otros proyectos energéticos en Kazajistán y Turkmenistán. Grave problema de la interconectividad energética de India con Asia Central: se atraviesan en su proyecto y trayecto las erupciones volcánicas teledirigidas de Afg/Pak.
Cuando la energía atómica ha sido puesta en la picota global debido a la misantropía cataclísmica del nefario “lobby nuclear”, India considera expandir este rubro controvertido hasta en 400 por ciento de aquí a 2030 cuando Rusia le ayudaría a construir plantas y le abastecería del uranio necesario (como ha sido el caso en Kudankulam).
Sobre Afg/Pak: Rusia e India apostaron a la Alianza del Norte, mientras EU juega, a mi juicio, mil bandas con los Talibanes para desestablizar al triángulo RIC (Rusia, India y China).
Según Stratfor, tanto la retirada de EU de Afg/Pak, concomitante a la trashumancia de yihadistas a Asia Central como la creciente influencia de Pakistán en Afganistán preocupan a Rusia e India.
A este respecto, lo peor es que India, no se diga Rusia, sucumba a la trampa pantanosa tendida por EU mediante la muy barajada carta islámica y su huntingtoniano choque de civilizaciones.
Conclusión: la visión cíclope cuan daltónica de Stratfor, amén de texano-israelí-centrista, sigue siendo nostálgicamente caduca de la era de la guerra fría bipolar, no se diga de la efímera fase unipolar estadunidense, y aplica recetas lineales a un solo nivel en la hipercomplejidad no-lineal de varios niveles (multilayered) donde se forja el incipiente orden multipolar, el cual, a mi juicio, más que su consolidación inexorable, tiene la delicada tarea de lidiar con la sepultura civilizada de la fenecida pax americana. Más allá de la intoxicación de propaganda negra, carente de sindéresis, del oligopolio multimediático anglosajón, recomiendo ampliamente la lectura del libro Edad oscura de EU: la fase final del imperio, de Morris Berman, para ubicar el contexto real de las relaciones internacionales que tiene que ajustarse a la doble implosión externa e interna de la otrora superpotencia unipolar: pecado capital por omisión que cometen publicaciones publicitarias del corte de Stratfor.
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