Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)
En una aceptable democracia, todos se sienten relativamente insatisfechos. En España la democracia ya nació como democracia de mínimos, por no decir como farsa. Pero es que a lo largo de la presente legislatura, salvo los patricios y un tercio de la población, la pensionista, pocos no se sienten indignados o psicológicamente cercanos al espíritu revolucionario...
Son tantas las causas de este estado de cosas y la gravedad de lo que sucede que, como ya he dicho en otro lugar, la única salida para esta situación pasa por disolver las Cortes, derogar la constitución y abordar un nuevo proceso constituyente. Cada día que pasa el país se levanta con algo que pone a la calle en pie de guerra.
Las noticias sobre desafueros más o menos escudados en una legalidad dudosa, se amontonan. Hoy, más de 180 jueces acaban de firmar un manifiesto público contra el indulto a cuatro policías condenados por el gravísimo delito de torturas Consideran que supone una "afrenta al Poder Judicial" y una actuación contra la dignidad humana, "impropia de un sistema democrático de derecho, ilegítima y éticamente inasumible".
Otra desvergüenza gubernamental, una gravísima afrenta al poder judicial, una ofensa más a la democracia y otra a una ciudadanía ya harta de los abusos del poder bancario, del poder empresarial y del poder político, que se siente regresar a tiempos históricos distinguidos precisamente por el abuso aberrante del poder de inquisiciones, de absolutismos monárquicos y de una no muy distante dictadura fascista.
Hay que decir que el indulto particular se encuentra recogido en España en una Ley de 1870 modificada por la Ley de 1988, ya en plena transición: otra grave reminiscencia -como la draconiana Ley Hipotecaria- del anterior régimen dictatorial que persiste en el ordenamiento jurídico y pervive en el espíritu de los dos partidos principales. La Constitución no reconoce ese derecho de gracia. Por lo que el indulto es un derecho que se atribuyen a sí mismos los gobiernos de este país en virtud de una ley mostrenca que debiera haberse derogado cuando se supone debían reinar, incluso por encima del rey, los principios democráticos. Adjudicarse a sí mismo el poder ejecutivo semejante privilegio anulando las decisiones del poder judicial que le plazca, es otra bellaquería más de la clase política y otra prueba suelta de la farsa a que me refiero.
Pero es que el desafuero de hoy relativo al indulto llega tras la noticia del inminente rescate de bancos irresponsables, de empresas e instituciones corruptas, y tras constatar la insensibilidad del poder ante el desgarrador destino de casi un millón de ciudadanos que son expulsados de su vivienda por haberse quedado sin empleo y no tener acceso a subsidio alguno.
Para colmo de arbitrariedades de un gobierno despótico, incompetente y necio la directiva europea, en su misma línea deshumanizada, impone el despido de 9.000 empleados de banca y 4.500 de la compañía aérea nacional, para obsequiar precisamente a la banca o al estado (todavía no está claro) 37.000 millones de euros que no servirán para nada excepto para generar más desempleados y más desgracia y engrosar las jubilaciones millonarias de los banqueros que originaron la catástrofe. Está comprobado que los cocineros del sistema están dispuestos a protegerlo hasta sus últimas consecuencias a despecho de millones de desgracias; un sistema corrosivo y destructor del que el gobierno es correa de transmisión, que socava los cimientos de la sociedad esparciendo como la hidra la infelicidad en cada esquina.
Esta deplorable situación abre las siguientes interrogantes: ¿para qué y para quién está el Estado? ¿a qué intereses sirve este gobierno? ¿qué pretende este sistema? ¿hasta dónde piensan llegar los poderes económicos y el poder político europeo y español en un camino que parece emprendido para hundir en la miseria económica y en la depresión moral a grandes masas de población de todos los países, empezando en Europa por los mediterráneos? ¿Hasta cuándo aguantará tanto humillado y ofendido? ¿Cuándo estallarán las grandes masas de oprimidos?
Es muy probable que no sin mucho tardar, el desorden localizado en las esferas de la política y de las finanzas se extienda paulatinamente más allá de las calles, y que la violencia moral que encierra tanto abuso y arbitrariedad induzca una inusitada violencia material.
Jaime Richart es antropólogo y jurista.
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