Rafael Silva (Rebelion)
"Hay muchas formas de matar Pueden meterte un cuchillo en el vientre Quitarte el pan No curarte de una enfermedad Meterte en una mala vivienda Empujarte hasta el suicidio Torturarte hasta la muerte por medio del trabajo Llevarte a la guerra, etc. Solo pocas de estas cosas están prohibidas en nuestro Estado" Bertolt Brecht, Me-Tí. El libro de los cambios (1937)
Del liberalismo al neoliberalismo, y del esclavismo al neoesclavismo. Así podríamos resumir la relación directamente proporcional de dichos conceptos, en la época que nos está tocando vivir. Los cimientos de la ilusión representada por la mal llamada "clase media" se esfuman, se evaporan, cuando esto se convierte en un salvaje "sálvese quien pueda". En el año que comienza, suben tarifas y precios públicos (Renfe, autobuses, luz, peajes de autopistas, copago farmacéutico...) mientras los salarios se congelan o disminuyen (cuarta congelación de sueldos para los funcionarios, SMI congelado en 645 euros, o vergonzante subida del 0,25% en las pensiones públicas). Mientras los despidos brutales y masivos están a la orden del día, nos enteramos cada vez de más casos donde los propios dirigentes de las empresas se subieron el sueldo de forma escandalosa una vez entrados o declarados en quiebra técnica, en bancarrota (no sólo bancos, sino también otro tipo de empresas, como Pescanova). Parece ser que se trata de que trabajemos en precario, para que ellos puedan vivir como reyes. Hemos llegado a la institucionalización del saqueo, a la aceptación social de unas prácticas delictivas de desposesión de la clase trabajadora, todo ello desde las más solemnes tribunas del neoliberalismo, y desde las más altas instancias supranacionales.
Jorge Moruno, sociólogo y colaborador de la Fundación CEPS se expresa en los siguientes términos: "El neoesclavismo que se asoma inicia el camino de la historia a la inversa, arrastrando los cambios que han tenido lugar en los últimos 200 años. Hoy el capitalismo extrae la riqueza de otra manera, aunque también mantiene vivas las viejas formas. No existe ninguna compensación social al modelo precario de producción. El neoliberalismo no es capaz de otorgar un volumen de trabajo necesario para garantizar un mínimo de dignidad a la población. Lo que no es óbice para que la retórica oficial continúe apoyándose sobre el imaginario que lleva asociado el trabajo en nuestra sociedad. Aunque éste ya no cumpla su función como elemento de integración social".
Nos imponen bajadas de salarios, recortes sociales, laborales, rescates a la banca, privatizaciones, eliminaciones de derechos conquistados o mayores cesiones de soberanía, mientras nos ablandan por otro lado con los sermones de que nuestro rescate ya quedó descartado, la prima de riesgo baja, las inversiones extranjeras comienzan a afluir lentamente, se recuperan las exportaciones, y mejora sustancialmente el cuadro macroeconómico. Pero hasta el Rey Juan Carlos, poco sospechoso de radical marxista, ha proclamado en su discurso navideño que para él, "la crisis no habrá terminado mientras queden españoles que no puedan trabajar". Afortunadamente, se les esfumó la oportunidad de establecer la peligrosa isla de EuroVegas, pero continúa en pie el proyecto BCN World, y si no migramos a otro modelo productivo, se sucederán más experiencias en esta línea. Desregulación laboral, bajadas de salarios, precariedad en el empleo, se alternan con monstruosos beneficios empresariales, y ERE en las empresas que justamente más beneficios declaran. Es la institucionalización de la pobreza. Vamos construyendo un imaginario colectivo donde al parado se le mira como a un parásito, y al empleado como a un privilegiado.
Todos los bienes colectivos, y toda la riqueza pública y común, se pone al servicio de los intereses privados, es carne de mercantilización. Desde la Universidad hasta los derechos más básicos y fundamentales se transforman en valor de cambio, en tendencia, en objeto para la descarnada competitividad. Todos somos libres para convertirnos en los nuevos siervos del siglo XXI, en los nuevos esclavos del capital. Al esclavo romano o feudal se le garantizaba un techo y una manutención, los esclavos de hoy no tienen garantías de nada. Retomo las palabras de Armando B. Ginés, cuando sostiene: "Ahora con la crisis, el neoliberalismo, la norma Wert, el ansiado retoño malformado y abortivo de Gallardón y la ley mordaza contra la disidencia pública de Fernández Díaz vuelven a agudizarse de manera descarnada las diferencias de clase. La Universidad trazará otra vez una barrera invisible prácticamente inexpugnable entre la clase alta y la clase trabajadora. A las hijas e hijos de éstos no les quedará más remedio que regresar al oficio, empleo u oposiciones de escalones inferiores para ser alguien en la vida, eso sí, dentro de una movilidad geográfica y temporal extrema, dando tumbos de contrato en contrato sin solución de continuidad alguna, compitiendo además con su pares de clase hasta la extenuación en una carrera de fondo sin metas concretas salvo las de sobrevivir a toda costa".
Y más adelante continúa: "La crisis actual está poniendo las cosas en su sitio clásico. Los de arriba en la cúspide y los de abajo con los pies en la tierra, batiendo el suelo con las migajas de costumbre. El capitalismo ha surcado muchas etapas y de todas ha salido más o menos indemne, sabiendo adaptarse a las circunstancias históricas cambiantes e imprevisibles a las mil maravillas. Ahora, regresa triunfante a su origen, expropiando a la clase trabajadora de sus conquistas sociales y derechos civiles y políticos. El medievalismo vuelve por sus fueros. Hay que dejar al trabajador desnudo ante la competencia inexorable. De esta forma, tendrá que venderse al mejor postor por el mínimo imprescindible para sobrevivir. Adiós aborto y mujer trabajadora, adiós futuro razonable. Hola vuecencia esclavitud, hola mi señor y amo".
La situación es asqueante, vergonzante, indecente, obscena e inmoral, cada vez más proclive al estallido social. No ha finalizado de implantarse un ajuste, aún no ha habido tiempo de examinar los resultados de una cierta reforma, cuando ya nos decretan la siguiente. La hostilidad, el ataque de la clase dominante hacia los de abajo llega ya a límites inimaginables en una sociedad que se precie de serlo. Estamos llegando a la barbarie que nos anunciara Rosa Luxemburgo. Y por si todo ello fuera poco, se nos vierten las falacias constantes sobre las diferentes reformas que plantean. Por ejemplo, la reforma de las pensiones, sabiendo que sobre ellas, sobre las pensiones de nuestros mayores, pivotan hoy dia los recursos y la subsistencia de millones de familias. Y resulta un auténtico insulto a la inteligencia ocultar la paradoja fundamental, a saber: a partir de ahora, las pensiones públicas se van a ir reduciendo hasta convertirse en algo puramente de beneficencia. Así es que, siguiendo esta lógica, parece que quieren instarnos a contratar planes privados de pensiones. Pero un fondo de pensiones necesita un salario fijo, grande o pequeño, para que se pueda ir reservando una cierta cantidad de dinero mensualmente a sufragar dicho plan. Pero como resulta que el empleo no está garantizado, no hay garantías de que el fondo de pensiones sea abastecido lo suficiente, con lo cual, simplemente, tampoco por esa vía los pensionistas del mañana tendrán su pensión asegurada. ¿Es o no una falacia? ¿Creen que no nos damos cuenta? ¿Qué pretenden? ¿Que seamos esclavos de por vida y mendigos en nuestra vejez? Y la pregunta más importante: ¿seremos capaces de recuperar nuestra dignidad?
Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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