Pedro Santander (Rebelion)
Lo que en estos días está en el centro de la cuestión en Venezuela no es ni la falta de democracia en ese país ni las restricciones a la libertad de expresión.
Respecto del supuesto “déficit democrático del régimen venezolano” los hechos hablan por sí solos: desde 1998 se han realizado en el país cuatro plebiscitos de carácter nacional, cuatro elecciones presidenciales y once elecciones parlamentarias, regionales y municipales. Es el país latinoamericano con el mayor número de elecciones y esto con un sistema electoral automatizado (muchísimo más moderno que el chileno) calificado por Jimmy Carter, quien ha monitoreado 92 elecciones en todos los continentes, como “el mejor sistema electoral del mundo” (http://www.globalatlanta.com/article/25788/carter-praises-venezuela-scolds-us-on-electoral-processes/).
En cuanto al segundo argumento que se repite con insistencia, la supuesta falta de libertad de expresión y de prensa en Venezuela, nuevamente los datos hablan por sí mismos: el 80 por ciento de los medios son privados; los tres diarios de alcance nacional (El Universal, El Nacional y Ultimas Noticias) son opositores al gobierno, especialmente los primeros dos, y concentran el 90% de la lectoría. De los cuatro canales de televisión abierta con cobertura nacional, tres de ellos (Venevisión, Globovisión y Televén) son de oposición y concentran, asimismo, el 90% de la audiencia, de acuerdo a los datos de la empresa de medición de audiencia A.G.B. En ese sentido, y de acuerdo a los criterios de las Naciones Unidas, la libertad de información en Venezuela es, sin ninguna duda, mayor y mejor que la chilena pues en el país caribeño la diversidad en la propiedad, la diversidad en los tipos de medios (públicos, comerciales, comunitarios) y en los discursos -que son los tres principales criterios que mide la Unesco- es muy superior a la chilena. Cualquiera que compare objetivamente, es decir, con datos (indicadores, mediciones, escalas, etc.) la realidad mediática chilena con la venezolana verá que nuestro país se encuentra en una situación muchísimo más precaria y poco democrática.
Lo que sí está en juego hoy es el tipo de oposición que la derecha venezolana, (agrupada en la M.U.D.) será en los próximos años. Qué relación tendrá la MUD con el gobierno del presidente Maduro luego de las elecciones de diciembre, es una situación nada clara aún y esto ha provocado tensiones internas que explican, en gran medida, las violentas movilizaciones de los últimos días.
Para entender el actual momento hay que recordar que hace 10 semanas (el 8 de diciembre), el chavismo lograba una contundente victoria electoral en las elecciones municipales: a pesar del voto voluntario y de la histórica tendencia a la abstención en comicios locales, hubo un 60% de participación; el chavismo logró 10 puntos porcentuales más de votos que la MUD y logró ganar en 242 alcaldías, mientras la derecha obtuvo 75 alcaldes. Estos inesperados resultados para la oposición significaron el fracaso de su estrategia iniciada en abril de 2013 de desconocer la legitimidad del presidente Nicolás Maduro.
La MUD no logró disputar hegemonía electoral, ni menos cuestionar la legitimidad del gobierno, pues le había dado un carácter de plebiscito a este evento que perdió claramente.
Poco después de esa elección el presidente Maduro convocó dos veces a todos los alcaldes de la oposición a un diálogo en el palacio presidencial. Incluso el líder de la derecha, Henrique Capriles, gobernador del Estado de Miranda, acudió al segundo encuentro, ocasión en la que él y Maduro se dieron la mano, foto que recorrió el mundo entero. Ese apretón de manos simbolizó un mutuo reconocimiento, poniendo así fin a la estrategia de cuestionar la legitimidad del presidente, estrategia que el mismo Capriles había impulsado y comandado durante el 2013.
Queda en ese momento abierta la posibilidad de entrar en una nueva e inédita etapa de diálogo oposición-oficialismo. De hecho, la mayoría de los alcaldes y gobernadores de oposición habían entrado en el diálogo, participando, por ejemplo, en la “Misión a toda Vida Venezuela” (de seguridad ciudadana), o coordinando actividades con el Ministerio de Interior, incorporándose a los cuadrantes llamados Plan Patria Segura. Todo ese esfuerzo mutuo de diálogo y acercamiento provocó tensiones con la ultra derecha de la MUD que no está dispuesta al diálogo, ni a aceptar que el pueblo venezolano vote mayoritariamente, una y otra vez, a favor de un gobierno que cuestiona el modelo capitalista.
Se trata de una situación similar a la que enfrentó en Chile el Partido Demócrata Cristiano durante el gobierno de Salvador Allende. En su interior las posturas a favor del diálogo con el presidente Allende (lideradas por Tomic y Leigthon) chocaron con aquellas que abiertamente apoyaban la salida golpista (encabezados por Aylwin y Frei).
En ese sentido, lo que vemos hoy es, en gran medida, la manifestación de un problema interno de la derecha venezolana cuya ala más extremista, con el claro apoyo de Estados Unidos y las grandes cadenas mediáticas, intenta hacer fracasar cualquier intento de construir una nueva relación entre oposición y oficialismo. Porque en un año como éste que es un año–cosa rara- sin elecciones, el escenario para esa nueva relación era el más auspicioso.
Pedro Santander es Director del Observatorio de Comunicación, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Chile.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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