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zapatazo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Venezuela y la Democracia.





























José Steinsleger (La Jornada)

Mientras Estados Unidos y Europa se hunden en el hoyo negro de un concepto de democracia que daban por sobrentendido, los pueblos de América Latina le devuelven objetividad, trascendencia y alcance universal. Venezuela, entre los primeros.

Hace un año, el secretario nacional del Partido de la Izquierda de Francia, Francois Delapierre, calificó las experiencias democráticas de América Latina, de la izquierda, y especialmente de Venezuela, de fuente de inspiración.

Delapierre (jefe del comando de campaña del líder Jean-Luc Melenchon) declaró a la Agencia Venezolana de Noticias: Nosotros estudiamos las políticas del gobierno bolivariano para fabricar nuestro programa de acción.

Por motivos coloquiales, no pienso gastar energías teoréticas precisando qué es la democracia. Y menos, cómo debería ser: si como la imaginaron los griegos, Locke, Robespierre y Lincoln, o la intuye el estoico ciudadano que, entre idas y vueltas al trabajo, sueña con un mundo de justicia, libertad, igualdad, solidaridad.

Desde inicios del nuevo siglo, los venezolanos vienen protagonizando un hecho inusitado, revelador, que a mi juicio ha sido escasamente ponderado: 14 años sostenidos en los que la democracia se convirtió en un extraordinario laboratorio de educación política de masas, y en obstáculo formidable para los que la encorsetan en función de privilegios de clase o ideologías superrevolucionarias.

Conjeturar acerca de cuán socialista ha sido la revolución bolivariana escapa al propósito de estos apuntes. Sin embargo, el articulista cree que, por sus logros, median motivos para reconocerla. De lo contrario, negaría que sus líderes se rigen por intuiciones similares a las de Fanon y el Che: el socialismo es posible, siempre y cuando los hombres lo quieran.

Por voluntad popular, la democracia bolivariana libró sus batallas con las reglas de sus enemigos, saliendo airosa en 13 elecciones consecutivas desde finales de 1998. En días pasados, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dijo en Harvard: No debe haber presidente de América Latina y el mundo que haya pasado tantas elecciones, y las haya ganado como Chávez.

¿Qué indica eso? En primer lugar, que el socialismo es democrático o no es. Y luego, que lamentos tales como el abuso del líder bolivariano en las cadenas presidenciales, que en los últimos tres meses habrían sumado 2 mil 597 minutos (43 horas), olvidan que desde 1830 las oligarquías venezolanas hablaron 95 millones 659 mil 200 minutos (un millón 594 mil 320 horas).

Los asesores y jefes de campaña sugieren al candidato de oposición, Henrique Capriles, mostrarse como un hombre de izquierda. Pero ojo: no la retrógrada de Chávez, o la del progresismo reaccionario de los Kirchner, sino la moderna de Lula. Así es que, el mes pasado, tres paladines de la izquierda moderna (Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos, Felipe González) estuvieron en Caracas para apoyar a Capriles. Leer para creer: Venezuela nunca (sic) ha sido gobernada por la derecha, declaró el candidato a El País de Madrid (23/9/12).

Concluya usted si los nombrados andan bien de la cabeza. Pero no están solos. Sebastián Piñera y el democristiano Eduardo Frei también admiran a Lula. Aunque sin reparar en que, como bien observó el analista chileno Luis Casado, en el marco de la Constitución pinochetista el líder brasileño “…no hubiera siquiera podido ser candidato”. Y para rematar, quién sabe qué habrán sentido cuando Lula dio su apoyo a Chávez.

Sin discurso, sin propuestas, sin brújula política, las derechas de América Latina no saben qué hacer con la democracia real y efectiva. El poder financiero y mediático es la última trinchera que les queda. Aunque parecería que sus analistas también padecen de esquizofrenia.

Uno de tantos: “Se trata de un ‘caso atípico’ (sic)… donde el jefe de Estado [Hugo Chávez] quiere prolongar su mandato por la vía del voto” (Proceso, núm. 1874, 30/9/12). ¿En qué quedamos? Y si Fidel ganara en Cuba en elecciones como las que a ellos les gustan, ¿sería otro caso atípico?

De Jimmy Carter: “De 92 elecciones que hemos monitoreado [el Centro Carter], el proceso de elección de Venezuela es el mejor del mundo”. ¡Compañero! Pero cuidado... Una palabra más y Carlos Alberto Montaner pedirá tu cabeza, tal como sugirió que vayan por la de Chávez en la moderada y tolerante revista mexicana Letras Libres (septiembre 2012).

Esquizofrenia pura. En una entrevista concedida en enero pasado al periódico ultraderechista El Nacional de Caracas, Obama advirtió: Las acciones del gobierno de Chávez amenazan los valores democráticos. Y en julio, que Chávez no era una amenaza seria para la seguridad nacional.

A despecho de los comentarios de Carter, el vocero del Departamento de Estado (que se llama Mike Hammer, igual que un detective que admiraba en las series de televisión gringa) declaró: “Estados Unidos espera comicios ‘justos y libres’ en Venezuela”.

Mientras, Patrick Duddy (ex embajador de Washington en Caracas, expulsado en 2008) recomendaba a su gobierno “…intervenir en el país bolivariano luego de las elecciones presidenciales”.












































































































































































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