Miami, 7 de Mayo del 2011
Leí un artículo, hace unos días, de los periodistas Tim Fernholz y Jim Tankersley, escrito para el Nacional Journal, hablando del costo total que le había causado al estado estadounidense, la captura de Osama Bin Laden.
La cifra llamó mi atención, porque se refería a tres millones de millones de dólares en 15 años.
La cultura de dominación y superioridad de la sociedad estadounidense, hace que los más educados y cultos digan cosas que desorientan a las mayorías y a veces hacen que personas con información y formación académica, nos confundamos momentáneamente.
Al ver la palabra “trillion” de repente pensé en tres mil millones, porque la manera de expresar las cantidades en inglés es muy diferente a la usada por nosotros en español. Luego recordé que un “billion”, que en español es un millón de millones, en inglés se refiere a mil millones.
En fin, al avanzar apresuradamente sobre el artículo caí en cuenta que un “trillion” en inglés es un billón en español, y por tanto, la suma de que hablaban ambos, se refería a tres millones de millones de dólares.
No concebía que una cifra tan escalofriante pudiera ser gastada en aparatos de inteligencia, agentes, operativos, transportación, sobornos, inteligencia satelital, pago de asesinos, falsificadores y delincuentes de todo tipo que son usados con absoluta inmoralidad por los organismos encargados de tales misiones. Por eso fue que de primera impresión relacioné el término con tres mil millones. La otra cifra era inconcebible.
El artículo, que no me interesaba mucho, se volvió de repente importante cuando entendí el monto al cual se referían. Era necesario descubrir cómo se puede gastar una cifra tan abrumadora, para una operación de esa naturaleza, por muchos años que se hayan necesitado para completarla.
En el mero comienzo de la lectura estaba la respuesta. Resulta que las bárbaras agresiones dispuestas por George W. Bush, la invasión y ocupación de Irak, la invasión de Afganistán, la filosofía de la amenaza, que otorga a Estados Unidos el “derecho a la guerra preventiva” y todas la demás iniquidades nacidas durante su mandato, son parte de los gastos relacionados con la captura de Bin Laden, según el criterio vertido por estos periodistas.
Ambos saben que la Guerra de Irak fue una farsa con la intención de enriquecer a un puñado de compañías petroleras, a despecho del daño que han causado al Estado, sobre todo a los ciudadanos de éste país. Están conscientes que la estrategia seguida en Afganistán estuvo orientada a controlar los oleoductos pero que, en modo alguno podría resolver el problema con las tribus talibanas. Estas personas conocen hasta la saciedad que Irak y ni siquiera Afganistán, tienen que ver con Bin Laden, su captura o el derribo de las Torres Gemelas.
En el fondo de cada ciudadano estadounidense, al margen de su estatura intelectual, existe la tendencia de aceptar las acciones de fuerza que el país realiza. No importa cuán convencidos estén de su inoperancia o incluso de la inmoralidad que conlleva. Se palpa una íntima satisfacción cuando se mencionan las tropas, los combates y las personas contemplan la artillería y la aviación sonando sus notas letales en las pantallas de sus televisores.
Estos periodistas en cuestión, implícitamente justifican las agresiones y ocupaciones, al relacionarlas con la muerte de Bin Laden, a pesar de que todos saben que fueron innecesarias e inmorales. Quizás no hayan tenido la intención de hacerlo, pero la estructuración del artículo conduce a justificarlas, porque parte de la premisa, que yo comparto, de que la muerte del símbolo del terror, fue correcta. Por consiguiente si Bin Laden estuvo bien muerto y todo lo que ha ocurrido hasta hoy fue con ese objetivo, las invasiones, ocupaciones y agresiones, tantas veces criticadas por la prensa, se vuelven también aceptables para la mentalidad de los lectores medios y posiblemente en el inconsciente de sus autores.
Pero lo malévolo del artículo es que el mensaje explícito consistía en demostrar que esas guerras y movilizaciones militares, contrario a lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial, han provocado pérdidas, mientras que la conflagración, que costara millones de pérdidas humanas, a su terminación sirvió para impulsar la economía estadounidense, revitalizándola y sacando al país de la crisis previa al conflicto. Entre otras cosas, señalan la Guerra Fría como un enfrentamiento que benefició el desarrollo de la tecnología estadounidense y permitió un salto de calidad en el crecimiento del país. La esencia del artículo es sin dudas una cuestión de pesos y centavos que implícitamente hace pensar, que sus autores aprobarían las barbaridades mencionadas si las mismas hubiesen producido resultados económicos favorables.
El artículo en cuestión ha sido tomado como ejemplo, pero en la mentalidad general del ciudadano estadounidense y en muchos otros trabajos similares, está presente esa ecuación. Este es uno de los elementos más sensibles que interfieren para que las Administraciones del país, no hayan podido transformar sustancialmente su filosofía de las relaciones internacionales.
No importa el esfuerzo que hagan las naciones para inclinar a los mandatarios de la Casa Blanca, a asumir políticas racionales y de pacífica convivencia.
Dicha transformación no podrá darse, hasta tanto no cambie completamente la mentalidad colectiva del país. Mientras esto no se logre, no se podrá cortar el Nudo Gordiano y sepultar el complejo de dominación, aceptado como acto de fe, por una sociedad nacida y criada dentro de esos paradigmas.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (http://www.radio-miami.com/)
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